martes, 20 de marzo de 2012

Adelanto del libro "26-J, El via crucis federal Riverplatense"






26 de Junio de 2011. Transcurren los últimos minutos del partido. Belgrano esta logrando un empate impensado. Por momentos la furia le gana a la desesperación. A veces es al revés. Estamos a instantes de algo que jamás en la vida pensamos presenciar. La desazón va siendo inversamente proporcional al tiempo de juego. El arbitro pita, y ese sonido agudo, penetra en nuestros incrédulos oídos, como si fueran las mismísimas trompetas del Apocalipsis. Algo de eso hay. Este el fin al que te empujaron River querido. Es el fin de una manera de (no) administrar un club tan grande como vos River. La bronca, la vehemencia, la pasión con la que se vivieron estos traumáticos noventa minutos, se han transmutado ahora en una impotencia, en un dolor que inmoviliza todas nuestras extremidades. Alrededor se desata nuestra propia guerra civil. Gente que llora, que expresa con altura su dolor, abrazada a los colores de siempre, con aquella vieja camiseta del 86 que sirve como amparo para tanta tristeza, para tan pesadas lagrimas. Los fuegos de la inquisición Riverplatense parecen querer llevarse puesto a todo el mundo. Es nuestro doloroso 20 de diciembre en este gris fin de Junio. No resulta momento propicio para explicaciones de ningún tipo, porque precisamente nada podrá mitigar esta sensación de desarraigo, de que nos hayan quitado la pertenencia, que nos hayan despojado prácticamente de todo. Si hasta Angelito allá arriba se agarra la cabeza y no lo puede creer, si hasta le dan ganas de bajar y agarrar del cogote a más de uno. Definitivamente esto marca un quiebre en nuestra historia, ya que nada será igual después del 26-J.
Exploraremos distintas geografías, distintos puntos de la Argentina. Batallaremos contra equipos desconocidos para nosotros. El abismo del cual estábamos cayendo desde hace tres temporadas, o quizás mas, a llegado a su fin. Y el golpe ha sido de dimensiones gigantescas. Ahora regresan a la mente esos imperceptibles avisos, que no supimos, o mejor dicho que los que tienen la tarea de conducir los destinos de la institución no supieron ver.Desde el mismo instante posterior a esta catarata de dolor, nosotros los hinchas, los que a partir de mañana pondremos la trucha como siempre en lo que será el peor lunes de nuestra centenaria historia, debemos emprender la tarea de la refundación. Del club, de nuestras propias emociones. Para poner el hombro, hoy mas que nunca y entender que golpazos como estos o te matan o te fortalecen. El hincha de River sabe de que se trata, llenando tribunas, alentando equipos pobres, soportando resultados increíbles, y sin embargo sigue ahí, en el paravalanchas, en la platea, en sillón de casa, en el taxi, con la portátil en colectivo, en el laburo, en cada punto cardinal de nuestra querida Republica en donde haya un hincha de River sufriendo este dolor, hay también un soldado dispuesto para la próxima batalla, posiblemente la mas dura y encarnizada de todas. Un fiel devoto que a pesar de no recibir últimamente nada a cambio sigue manteniendo la fe. Porque la fe es eso, es creer, es mantener este amor por la camiseta, pase lo que pase, estés donde estés.Porque hablo por mi, pero también se que puedo ser por un pequeño instante, por un par de líneas, un portavoz de millones de tipos que seguramente, hoy son mas hinchas de River, de lo que eran hace un rato nomás

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