miércoles, 22 de febrero de 2012

Capitulo 9 de 38 : "Gloria al rey Fernando" - 9º Fecha - Campeonato Nacional 2011/2012 River Plate 7 - Atlanta 1






Aquel pibe de O`Brien. El de los goles a boca. El que le hizo uno de taquito a Independiente. El que salió campeón. El que se fue a Europa.

Ese que el 26 de Junio de 2011, levantó el telefono y le dijo a su representante que quería volver a River. Si, en el peor momento de sus ciento diez gloriosos años de historia. Si, por amor a la camiseta.

Fernado Cavenaghi, tuvo contra el conjunto de Villa Crespo, su reencuentro con aquellas tardes de goles, festejos y epopeyas pasadas. Porque volvió a ratificar que su olfato goleador está mas afinado que nunca, y que su calidad técnica no tiene fecha de vencimiento.

Así lo dejan en evidencia las tres perlas que besaron la red en el Nuevo Gasómetro, poco acostumbrado a espectaculos de semejante calibre. Para completar, y por si fuera poco lo hecho, tuvo un papel protagonico, poniéndose la pilcha de asistidor, sirviéndole en bandeja el gol a Ocampor y a Bordagaray, y también participando en la apertura del marcador, que concretó el pelado Martin Aguirre.

Nos hacía falta un partido así.

Hace cuanto que River no nos regalaba un espectaculo semejante?.

Hace cuanto que no se nos escapaba casi sin darnos cuenta el clásico "ole"?.

Esta claro que el Atlanta de Jorge Ghiso, lejos esta de ser un equipo temible, pero ante rendimientos colectivos e individuales de esta magnitud, es difícil no hacerle un guiño còmplice a la ilusión, no coquetear con la esperanza. Mas teniendo en cuenta lo mucho que le venìa costando a River plasmar en el campo la superioridad,ante equipos claramente inferiores.

Sabemos de sobra que la lucha en el Campeonato Nacional, será cruel y también mucha. Que costará sangre, sudor, lágrimas y nervios de acero.

Pero por hoy, amigo Riverplatense, permìtase festejar.

Permìtase liberar la furia contenida en estos ùltimos años volviendo a gritar cada uno de los siete tantos de la tarde del Bajo Flores.

Permìtase aplaudir al goleador, al capitán, hasta que las palmas de sus manos se tornen rojizas.

Permìtase sumergirse en el canto inagotable de la mas grande de todas las hinchadas, para hacer oídos sordos a las previsiblemente poco ingeniosas cargadas de la contra.


Permìtase volver a sonreír.

Para volver a soñar.

Faltan 29 escalones.

Y contando...

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